Tu figura crece como una montaña,
rayo de sol en los estertores de la nieve,
breve palabra de amor
en la soledad de los árboles talados,
grito solitario
en la quietud del páramo.
En la montaña, tarde cobaltada,
el águila dibuja claridades,
el venado, haz de nervios,
con sus ojos de cuarto menguante,
mira la luna.
La noche extiende sus alas de búho,
despiertan las chicharras y los chapulines,
tú, abajo, duermes,
soñando nidos y árboles,
al mar y sus pequeñas muertes,
al melodioso canto del maizal,
a las flores del camposanto.
Tú eres la montaña,
cabalgadura de las nubes,
cuna de la memoria,
cieno donde el pedestal se hunde,
sitio donde nace el agua
y las lluvias se frotan las manos.
Sí, por tu frente transitan
todas las cosas del mundo.
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jueves, 5 de mayo de 2011
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