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En efeuto, después de 4 meses exactos de haber arribado a estas maravillosas tierras mapuche, me encuentro con la mitad de la colonia mexicana en Temuco, Refugio Vélez, a quien conocí por intermediación de una maestra de una escuela de adultos, Marcia Robles, quien a su vez acudió a un curso de NEPSO (Nuestra Escuela Pregunta Su Opinión), en la UFRO, coordinado por el doctor Guillermo Williamson. Ella me platicó de un mexicano que andaba por Temuco desde hace cuatro años y diciéndome que a él le daría mucho gusto conocerme. Quedamos para el sábado siguiente, o sea hoy. A las 12 en punto llegué al estadio Germán Bécker, después de caminar un kilómetro y medio, a lo sumo dos. Sí, colonia/población Lavanderos, ai vivo. Salgo de Millahue y me interno a Irene Morales preguntándome que si fue así o fue asado el mapa que consulté, que hoy no hace tanto pinche frío y con temperaturas de bajo cero y no me ha dado gripe. Por aquí no es. Cerrada. Regreso, doy vuelta a una cuadrita. No encuentro Santa Carolina, saz, me sigue el vino pero hoy no se deja el “Santa Carolina”. Calle Sin Nombre. Puf, llegó a la UFRO, ya que digo, que me siento como San Pecado Concebido rezando el Ave María. Paisaje conocido, calle conocida. Las vías del tren, o lo que queda de las vías del tren. Hoy una ciclovía. Chingao ya van a dar las doce. Y tengo presente que casi ya cumplo 4 meses en Temuco, que me siento a toda madre porque el documental está quedando a pedir de boca después de que las nalgas se me pelaron de estar sentado 16 horas diarias durante dos semanas por estar editando. Esto es neta, ¿eh?, pensé que eran almorranas. Falsa alarma. Almohadas. Pinche sillas están duras. Ya pasó, ya mijo ya pasó, escucho a mi mamá. ¿Cómo se llama la calle?. “Municipal”, me digo, mis ojos me dicen “Uruguay”, la calle. Atravieso la ciclopista. Mmmmm, Mmmu-ni-ci-pal, sí, así se llama, sigo por Uruguay, ai está. Doblo a la izquierda. Al fondo se ve el edificio. Hoy no hice mi cama, me dio una hueva espantosa. Llego al fondo de la calle. Terracería, más bien pedreríaa, camino solito, camino solitario, anchísimo lleno de grava. A un costado del estadio. Otra Calle sin Nombre. Mañana voy a grabar con Andrea y Alonso el guión definitivo a control remoto por skype, y con esto le voy a dar matarili a la edición para que ya sólo le incorpore la música que Jimena Contreras está componiendo ex profeso para el filme. En Pablo Neruda está. me dijo la maestra que me invitó. Hoy desayuné un par de huevos con jamón, aguacate, queso y chilito sabroso. Caminata que casi termina. Me la paso caminando, cuando puedo, todo el día. Avenida, ancha, muy arbolada. Por fin la entrada del complejo deportivo. “Germán Bécker”. Heroe desconocido, ¿militar, científico, poeta, deportista? Yo creo que deportista. Ya van a empezar a sonar las sirenas de los bomberos que siempre retumban a las 12 del día. Con mi cara de coranbovis, afectada de seriedad, corpulento, no por fuerte sino por cuerpo lento, pregunto y pregunto a varios quemallantas por los émulos de Abebe Bikila. Suenan las sirenas. Las doce en punto. Llego a tiempo. Voy a dar directamente, conducido por un guardia uniformado, a las tripas del estadio, a los vestidores del bellísimo coloso que alberga al Temuco, equipo de futbol de ¡tercera división! profesional, donde hace dos o tres años jugó la selección mexicana de futbol femenil y perdió contra Corea. Ahí está la maestra Marcia, aquí se les dice profesores a quienes nosotros llamamos “maestros”, porque un maestro para los chilenos es un alarife o albañil, un carpintero o ebanista, un plomero o fontanero, un vidriero copetón, o un obrero de la tahona; un maestro de oficios, pues, a quienes nosotros llamamos maistros, y una persona que se desprende del grupo en cuanto me ve. Es mi paisano. A leguas. Lo mexicano desborda. Instructor de atletismo. Deja un momento a la tropa de aplana calles. Es la otra mitad de la colonia mexicana. La otra media naranja, por supuesto es Yojan Strauss. O sea yo. Más o menos unos 10 atletas. Se ponen de acuerdo para una competencia en Lautaro. “Hola, ¿tú eres Salvador?”, sí, cómo estás, que gusto, igualmente, oye estás igual de canoso que yo, pérame tantito déjame terminar con mis alumnos. Tas tas, unas instrucciones más, que pista, que carrera, que como vamos ir, que temprano, tas tas, ya termina, chau, chao, adiós, adiós, tas tas. Se van los trota calles, los patas de perro, los maratonistas. Chavos y mayormente viejos. Ya sentados los tres en una banca, ya foto, ya mejor en el estadio, ya clic clic que ahora ya no suena clic clic pero que para el caso mientras no tenga una onomatopeya mejor será el clic clic el ruidito esa de la cámara que hace así como ddddzz ddddzz, pero que cuesta más trabajo. Y subimos a las gradas del estadio y lo veo con ojos saltones de mirar mujeres bellas: impecable, espectacular, monumental, ya quisiera un coliseo así en Texcoco, pero no no lo tenemos y mejor nos tomamos una foto con la cancha como fondo. Emprendemos camino. Los tres. Nos siguen otros tres con quienes me han presentado. ¿Vamos a almorzar? El almuerzo no es el sustancioso desayuno mexicano, ni se come a las 9 de la mañana, sino es la comida que aquí no es comida sino almuerzo y que se toma a la una de la tarde. Caminamos cuadras y cuadras. Pan comido. Yo caminante, ellos maratonistas. No sé cuantas manzanas caminamos. Plática y plática. Conversación y conversación. En eso llegamos a un lugar que apenas conocí. El “mol”. Calle Alemania. Chic. Fantasía. Oropel. Glamur. Gente extasiada. Tarjetas de crédito. Cada chileno carga de cinco tarjetas en adelante. Aquí se vive a crédito. Lujo. Butics. Dispendio. Escaleras eléctricas. Tres pisos, aquí son cuatro, planta baja es el primer piso. Me estoy dando un baño de burgués. Vamos a la zona de alimentos. Perdimos a los otros quemallantas, no vimos donde se desprendieron del grupo. Refugio llama a su mujer. Llega a los 10 minutos, ella también corre. Parece mexicana. Cómo se conocieron, por Internet, no me digas, sí te digo, fíjate, de veras, sí de veras, tengo cuatro años, yo cuatro meses, algo es algo, no creas, todavía no me acostumbro. Pedimos la comida nos sentamos frente a un ventanal donde se ve una partecita de Temuco. Tercer piso. Pescado pido, la maestra igual, la pareja internáutica pollo. Tengo dos proyectos del Instituto Nacional del Deporte (antes Chiledortes), también trabajo en un colegio, en una ley de mejoramiento, 28 horas semanales, dos clubes privados de corredores, uno de alto rendimiento, el otro recreativo, como vez mucha chamba. Chale, carnal, que chinga. No sabes los dos primeros años la pase casi sin “pega”, sin trabajo. Peripecias. Cuarto arrendado. Te piensas ir, mientras tenga trabajo no, pero no creas, no me ha acostumbrado. Otra vez salta el Chapulín colorado. El Chavo. Tony Aguilar, Jorge Negrete, El Buki, la Venegas, el Pedrito Fernández, otra vez chale. Y todo lo que se debe platicar entre dos mexicanos. La comunidad mexicana en pleno en Temuco. El tono de voz, cuándo te escuché dije es un chilango, no, soy texcocano, campesino, ahhh, yo nací en el DF, en la Malinche. Sorpresa. Yo nací en la 20 de Noviembre. Nos separa una calle. Puta, que coincidencia. Otra, los dos somos canosos, parecería una característica mexicana. Temas, y temas. Las damas casi no hablan. Se divierten de cómo hablamos. Español raro. Nahuatlaco. Les llama la atención el “¡que padre!, ¡padrísimo!, no se diga las chingadas y chingaderas que decimos. Refugio se confiesa, no aguanto el “güeón”, me confieso, no aguanto el “po”, ellos no han de aguantar nuestro güey, cabrón y nuestra chingada. Jajaja. Terminamos de almorzar. Aquí se rompió una enchilada y cada quien a la chingada, perdón a su casa. Por último la maestra me invita a que dé una conferencia en la escuela de adultos donde da clase. Acepto, la escuela se llama “Selva Saavedra”, al igual que un auditorio de la UFRO. Voy a tener que hablar de la cultura mexicana. Para desmitificarla un poco, pienso. Le mando un correo, sí como no, lo espero. Regreso. Camino y camino nuevamente. Recordando que ya falta poco paque acabe mi estadía y que no sé como le voy hacer para desprenderme de tanto Temuco, de tanto mapuche, de tanto frío, de tanto amor, de tanto calor humano que he encontrado en mis amigos chilenos. Y ya falta sólo mes y cacho…
lunes, 16 de agosto de 2010
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